HIKARI (HACIA LA LUZ - 2017) - ARTICULO
Ese
resplandor del alma
El cine, en sus orígenes, capturó momentos del acontecer humano, formando un
panorama sobre nuestra especie. Sin embargo, con el transcurrir de las épocas,
el proceder fílmico pasó de lo literal a lo figurado, intentando atrapar y
plasmar lo recóndito del alma con sus contradicciones, búsquedas y devenires,
indagando en un porqué inhóspito y difícil para los comienzos documentales de
la cinematografía. Pocos realizadores lo logran, y entre ellos, es menester
nombrar a la siempre sobria y envolvente Naomi Kawase.
En las películas de la realizadora
japonesa, oriunda de la ciudad de Nara y de una muy sensible y acertada mirada
al captar las tonalidades del ser, está presente la necesidad de detener el
tiempo y escudriñar en él, tratando de encontrar y preservar con la cámara,
mediante una contemplación bucólica e hipnótica de la cotidianidad o lo
mundano, fuera de los habituales mecanismos narrativos, las búsquedas en nuestro interior que
podrían dar significado a nuestra existencia. En Suzaku (1997), El Bosque del Luto (2007) y Una pastelería en Tokio (2015), el
tiempo es la preocupación de unos personajes que no saben hacia donde van y
están estancados, por lo que intentan aferrarse a su pasado con la tenue
esperanza que en su trajinar por los vericuetos de la memoria, definan quienes
son y su incierto camino. Hikari (2017), una de sus últimas obras, es la
síntesis de esta constante indagación.
Hacia
la luz
Masako es una escritora que realiza
audio-descripciones, transcribiendo del lenguaje visual al escrito y narrando películas
para un público con discapacidad visual. En sus adaptaciones intenta evocar y transmitir lo más
complejo o esencial del interior humano, pero siempre queda a medio camino
porque sus líneas se perciben frías o distantes. En una proyección de prueba
para el estreno de un largometraje donde ella hace la transcripción, Masaya, un
hombre de duro carácter, renombrado fotógrafo y quien está perdiendo la visión,
es el único de los espectadores invidentes seleccionados que critica la manera
poco natural en que Masako
describe los sucesos de la obra y su infructuoso intento de involucrar emocionalmente
a los oyentes, causando ciertos conflictos o breves disputas entre ellos dos.
Sin embargo, más adelante, entre la escritora y el fotógrafo surgirá una muy
especial cercanía, tanto que
la vida de ambos podría cambiar radicalmente.
En Hikari ,
Masako intenta crear una
real inmersión por las imágenes que narra con minuciosidad, pero luego siente
que son artificiales, o, en otras palabras, no las siente suyas. Aunque más
adelante, entiende que hace un mejor trabajo cuando canaliza experiencias y sensaciones sinceras durante
sus interacciones con Masaya, cuya cercanía está por encima de cualquier
etiqueta de relación (amor romántico o conveniencia) y orientada a la empatía
con matices de genuina motivación y, quizás, superación emocional. Entonces lo
personal se vuelve universal por la honestidad de su ejecución. Esto es
meta-referencial, pues Kawase durante su carrera ha perseguido, pero con éxito,
la manera de hacer de lo íntimo más cercano al público, apelando, por ejemplo,
a las reflexivas inquietudes de su adolescencia cuando, siendo estudiante,
deseaba ser jugadora de b aloncesto,
pero todo cambió al tomar
una cámara e indagar en lo que más podía observando a la gente y sus
alrededores, encontrando pistas
sobre lo que nos hace humanos dentro de gestos, actos y decisiones que, algunas
veces, involucran deseos, sentimientos o pensamientos que motivan a personajes con
los que nos podríamos identificar, más no fáciles vocalizar o escribir.
Cristalizando su porqué de la vida, el que hacer con ella y las conclusiones de
esta al acercarse el fin, la muerte, la cual también es sinónimo del olvido
para la directora. Pero en el caso del fotógrafo y la escritora, las
inquietudes les producen un gran terror a esa muerte, representada en la agonía
de él ante la impotencia de perder los recuerdos de las fotos que tomó y el no
poder usar su cámara como un análogo de su corazón (alma) para guardarlos, y
en la de ella ante la incertidumbre de aún no saber quién es, más allá de lo
laboral, y que se le está yendo lo que podría definirla, sean sus
reminiscencias al sacar y observar los pocos objetos personales de la billetera
de su difunto padre, o el ver a su madre sucumbir ante el Alzheimer,
diluyéndose no solo los recuerdos de ella, sino los suyos depositados en su
progenitora; que serían cruciales, tal vez, para por fin ser.
Al principio, la singular pareja, evadiendo o reprimiendo el dolor
inefable e inmersos en el
miedo ante la pérdida, miran todo desde la distancia, pero esto mismo los
acerca, llegando la inevitable confrontación con los obstáculos que los
paralizan en el tiempo, sin más remedio que preguntarse sobre ellos mismos de
manera conjunta e individual, logrando comprenderse un poco más. Un proceso reflexivo
en el que ambos podrían recuperar el resplandor de la vida, mientras pasan por
los inherentes devenires de sus actos, elecciones y decisiones. Después de ver
la película, depende de ustedes, y según lo que les muestra su creadora, si
dejan atrás esa penumbra del pasado.
Aun así, Kawase, más allá del desenlace del
relato, hace un llamado a fortalecer y preservar la capacidad primordial de
abstraer, imaginar y mirar subjetivamente para descifrar, o re-interpretar, los
entornos externos e internos, y construir una identidad fuera de las imposiciones.
El
brillo y su lenguaje
Kawase reivindica la importancia del sonido
ambiental dentro de una praxis fílmica con tomas contemplativas y muy pocos
cortes de montaje, para representar,
o maximizar, las andadas de la escritora descubriendo otra perspectiva más allá
de la letra, y las del fotógrafo que aprende a sentir desde la palabra.
Aquí lo fílmico y lo real se difuminan,
presentando una mayor complejidad e intimidad que aun así se puede seguir y
entender, huyendo de la grandilocuencia. No posee las soluciones repentinas o
conveniencias confortables de un cuento optimista, siguiendo una fórmula, sino
que da el acontecer de sus criaturas en su máxima pureza, donde la
incertidumbre es el resultado de unas acciones, y consecuencias, que nacen de
coincidencias creíbles. Por lo que ambos protagonistas y sus procesos
interiores, para nada tienen ese remanente a las pautas o señas obvias de un
guion de estructura convencional, aquel que desemboca en lugares o trasfondos
comunes.
Comunica una diáfana intimidad abierta,
desenvuelta, sin necesidad de rimbombantes palabras, ni saturarnos con las
imágenes estilizadas de una apabullante estética repleta de ideas
preconcebidas, impuestas y superficiales. El sonido, el silencio y la mirada,
bastan para que el espectador se interese por los móviles en Hikari ,
o también, en las demás vivencias
en movimiento dirigidas por Naomi Kawase. Y así, acompañar plenamente a estos
seres que desean, inconscientemente, definirse al intentar preservar memorias o
eventos nostálgicos, pensando, a su vez, que se protegen de un presente que
poco entienden.
Además, gracias a este acercamiento
naturalista y de alta sensibilidad, se explora la situación de discapacidad
visual de una manera digna y respetuosa, sin atisbos de la manipulación y
explotación emocional en las que suelen caer otras obras cuando abordan el tema
e ignoran las voces de las personas en tal condición.
Tradicionalmente, la cámara es un protector
que nos mantiene a salvo de lo que se muestra en pantalla, de la imitación de
lo real. Una alegoría de esa línea invisible que nos imponemos, discriminando y
acomodando todo en nuestra visión del mundo. Pero Kawase, desdibuja esa barrera
y exhibe en su trabajo sensaciones y sentimientos que tal vez, como la pareja
protagonista, no hemos confrontado
o gestionado en nosotros. Obligados, luego de ver la película, a enfrentar y
comprender aquello pendiente en nuestras memorias entre fragmentos de dilemas,
cargas o añoranzas, acelerando
lo que ya debíamos haber hecho en cierto punto del transitar existencial. Y así
madurar en la aceptación, transformarnos para salir del bucle y reafirmar lo
que podemos preservar del pasado en el presente.
Por lo tanto, en los seres de Naomi Kawase
todavía hay un firme deseo de vivir que los impulsa, solos o acompañados, a
mostrarse tal cual son, encuentren o no la certeza.
Por OSCAR ALEJANDRO CABRERA
Comentarios
Publicar un comentario