QUICK CRITIQUES XL - IMPRESIONES FILMICAS

Es oficial. Llegamos a la entrada numero cuarenta de esta sección, que nació con el deseo de compartir impresiones cinematográficas inmediatas sobre lo que vi últimamente y justo para ser la primera del año. Entre las que voy a mostrar tenemos dos obras que serán ignoradas, quizá no, en la próxima edición de los premios de la academia y que son de lo mas sobresaliente del año pasado, junto a un largometraje japonés de finales de los setenta que merece mayor repercusión. 

Pues... nada, bienvenidos. 


El Brutalista



El Brutalista, de Brady Corbet, es la disección mas dura, acertada y veraz al trauma de la posguerra, también del abuso y xenofobia hacia el inmigrante desarraigado que desembarca en ese Estados Unidos brillante en su fachada, pero podrido por la ambición utilitarista de los "nativos privilegiados". Una crónica potente del dolor por la no-pertenencia, entre otros claroscuros de lo humano, que solo el arte puede plasmar y cuando la palabra es limitada.
Una monumental obra de exquisito lenguaje, estética concreta y técnica cuidada que aborda la complejidad del ser con real franqueza emocional, evitando caer en el espectáculo sensiblero grandilocuente al concentrarse realmente en los seres en pantalla.




El Camino Lejano



El Camino Lejano (Toi ippon no michi), de Sachiko Hidari, única obra como directora de la consagrada actriz, es una épica humana que en intenciones me recuerda a El Brutalista y otras películas que hacen una indagación y critica sin paliativos al utilitarismo capitalista, cuya consecuencia es la alienación del individuo que jamás contempla o comprende, tanto a sí mismo como a los demás.
En este caso la realizadora pone su ojo en los 30 años laborales de un obrero de locomotora, junto a su esposa e hijos que afrontan la ausencia de este por la explotación de un empleador que abandona progresivamente la mano humana para transicionar al inevitable "avance" tecnológico. A su vez, ella lidia con la incertidumbre, la soledad y el cansancio de cargar con un hogar fragmentado, reflejando en silencio la realidad de muchas mujeres del siglo pasado, que necesitaban ser escuchadas y no solo en un Japón patriarcal.
Sachiko hace un llamado para mirarnos, también al otro, en su humana humanidad dentro de sus certezas, paradojas, claroscuros. El ser en su plena complejidad, de nuevo, sin prejuicios, idealizaciones o romanticismos impostados; planteando la antigua pregunta: ¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar?



Nickel Boys




Se nos pide en el cine que nos involucremos con los seres en pantalla, pero siempre con la distancia impuesta de la ficción. Sin embargo, en Nickel Boys, de Ramell Ross, podemos meternos en el interior del otro, no solo para mirarlo sino comprenderlo, y lo consigue por la lucida e inteligente ejecución de los elementos de su lenguaje, como la cámara subjetiva, -apenas insinuada en otros realizadores como Jonathan Demme- o el uso de imágenes de archivo en un montaje intelectual de inmensa complejidad emocional y realmente sensible al sustentar su denuncia, sin caer en las zonas comunes. Contando con honestidad los horrores de la marginación, la deshumanización y el abuso en unos Estados Unidos segregados. Siendo este caso uno de los tantos crímenes raciales que tarde o temprano resurgen para sacudir y recordarnos la importancia de la memoria histórica, no solo como homenaje a los que se fueron y dar sanación a sus seres queridos, también para darnos cuenta de que todos importamos y nadie debería ser discriminado. Es muy obvio, claro, cuando es posible la no-repetición a consciencia, pero solemos olvidar tan fácil, inclusive los estadounidenses por el actual gobierno, cuyo líder es tan negacionista como la sociedad que lo eligió.



Por
Oscar Alejandro Cabrera



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