RITUAL (SHIKI-JITSU) (2000) - ARTICULO





                        En estas vías del tren, ¿Hacia dónde vamos?

 

Luego de su primera incursión en la imagen real con Love & Pop, Hideaki Anno realiza Ritual, un relato personal como lo fue su serie anime Neon Genesis Evangelion y con un cuidado despliegue artístico de una alta carga simbólica. Sin embargo, decide adaptar para la ocasión Toushimu, la novela de la actriz y protagonista del largometraje Ayako Fujitani, que describe a una mujer con inclinaciones suicidas que busca el sentido del existir. Al parecer, se inspira en experiencias con su padre, el actor Steven Seagal, durante el rodaje de una de sus películas, en la que participó y cuando vivía en Los Angeles. Por lo que el material era perfecto para Anno en su continua exploración de los trastornos mentales como la depresión. Aunque ahora compartiendo su mundo interior con el de Fujitani en pos de una veraz reflexión acerca de tales condiciones, abriendo el prisma y dejando atrás el parcial hermetismo de su anterior obra. 

En esta adaptación surge la figura de un director sin nombre, interpretado por el cineasta Shunji Iwai y creador de Hana & Alice, que desea dejar la animación para trabajar con actores, pero inmerso en pleno bloqueo creativo. No obstante, caminando por unas viejas vías de tren, se encuentra con una joven sentada allí, sin un alias siquiera. Luego decide seguirla e ira descubriendo a un ser muy singular, cuyas acciones y pensamientos están estructurados en rituales sencillos como el preguntar: “¿Cuándo es mi cumpleaños?", esperando que le respondan que sea mañana. Ese y otros actos de ella durante la película, son una manera de autoengaño y represión psicológica para evitar algo que la aflige, creando una nueva realidad y que este director encuentra interesante para filmar algo sobre su enrevesado interior. Lo captado podría exponer lo que ambos realmente añoran.


         

Los rituales son un elemento de evasión, donde la repetición es un intento inconsciente de protección ante las verdades que la hieren, deteriorándose paulatinamente al guardarlas, aun así, en su comportamiento revela esos flagelos a cuenta gotas. El Director en su propio estancamiento, cuando ahonda e intenta descifrar en ella su "esencia", según lo menciona, termina comprendiendo lo parecidos que son, y se acercan. 

Ambos intentan compartir lo de cada uno en acercamientos lúdicos y didácticos, el con su labor cinematográfica y ella al mostrarle la fábrica donde vive, que ha transformado en un santuario de niveles con objetos significativos y en composiciones concretas que se prestan a una lectura alegórica sobre su carácter. Es un intercambio de actos y gestos que el espectador va desmontando hacia lo que en realidad sucede, casi como un thriller, mientras los seguimos en sus dilemas y conflictos ante el encierro, o la decisión de salir. 

Están a la deriva, él en su falta de fundamento vital por el desenfoque de su creatividad, y ella encerrada en si misma con unos objetos que, algunos de ellos rojos, son la conexión a un rencor hacia la madre y la soledad por la ausencia del padre y que ha estructurado en patrones cerrados a la manera de confort, evadiendo, por ejemplo, esas desavenencias con una madre que no dejaba de compararla con su hermana en quien recaían las mayores expectativas, por lo que ella decide perderse y no desea encontrarse, algo que podría cambiar en la interacción con el confundido cineasta. Tal era la carga de la comparación, que en su pasado termina enfrascándose en una relación toxica con la expareja de su hermana, fenómeno que repite en su convivencia con el Director más adelante, aunque orientada al distanciamiento. Por ello, no ha desarrollado una verdadera identidad, siendo patente en otro de sus rituales, el cual trata de subir a la azotea de la fábrica, parándose en el borde un tiempo y “comprobar” si aún tiene ganas de vivir. 


       
 

Ella se engaña como un ente disperso, temiendo ser, porque eso la enfrentaría a lo que desea sepultar, matando a la madre, a la hermana y al padre en su universo. Si quiere ser otra, es mediante lo externo, la disposición de las cosas o en su continuo cambio de vestidos con significados que solo tienen sentido en la distorsión de su mente. Al interesarse por el Director, tan vacío como ella, se atraen, aunque más adelante cuando ven cada uno sus fisuras mientras se desenvuelve la trama, se repelen brevemente para "reconocerse" en sus barreras y cargas, acercándose de nuevo. ¿Dara resultado?

Aquí el uso del color en el diseño de producción y en la depurada cinematografía, transmite la euforia y melancolía simultaneas en las aflicciones de estos seres. Resultando en una ejecución meditada a la manera de una buena instalación de arte conceptual, apoyada en un contexto bien establecido y consecuente. Como ejemplo tenemos el uso del teléfono, un leitmotiv del estado psíquico de la Joven durante toda la cinta, ya sea en uno donde ella pone una grabación en la contestadora y escucha los reclamos con ira de la madre, u otro sonando constantemente e ignora siempre. Además, su despliegue visual va en armonía con unos diálogos impecables, directos e introspectivos sin obviedades, ni son redundantes ante el bagaje simbólico que navega por la incertidumbre, la ansiedad y el anhelo de muerte en ejemplos envolventes como las mencionadas vías de tren, tanto las reales en las que la joven suele estar, como las dibujadas en la vieja fábrica por ella que plasman esta ensoñación cíclica junto a otros muebles, algunos juguetes y acciones suyas como el constante uso de la sombrilla como “escudo”, e incluso al construir una especie de altar que remite a los tradicionales del dogma japonés, tal vez funerario, escenificando su urgencia de conmemorar y creer en lo ausente.

 



La visión del sentir

 

La mirada de Hideaki Anno es compasiva ante personajes solitarios y marginados que afrontan sentimientos difíciles y al tedio vital, los cuales Ayako Fujitani en su interpretación logra proyectar y estremecer por los vastos matices que imprime. Cada personaje tiene su momento, por lo que el Director posee dimensiones más allá de ser el mero vehiculo-alterego para las inquietudes del creador de Evangelion. 

Cada acción, ademán, decisión e incluso desorientación, son verosímiles por el trabajo de Iwai y Fujitani al percibir una real intención de cavilar hasta las últimas consecuencias en los recovecos de la peculiar pareja, incapaz de procesar sus carencias, pero que al hablar o hacer algo cotidiano, en medio de la escapada surreal, logramos sentir empatía por ellos, tan imperfectos, que deambulan en una ciudad gris, industrial, distante y apática con personas igual de dañadas, tristes y enojadas. En ocasiones y en medio de ese entorno, Hideaki utiliza álgidos acompañamientos musicales en escenas sensibles para transmitir aquello que los diálogos no pueden expresar, recordando aquel momento cuando la Joven le muestra al Director su hogar, y en su justa medida.





Aunque la Joven piense en el suicidio durante su represiva ilusión, en el fondo se aferra a la vida, y por la sinceridad en el trabajo de Ayako es creíble ese anhelo innato de permanecer aquí y ser lo que desea. Una actuación muy precisa en la indagación del tormento en una cabeza que evita afrontar la génesis de su pena, camuflada en un comportamiento despreocupado, activo e impredecible, apelando irónicamente a patrones para sostenerse. En medio de ese delirio, existen momentos de lucidez fascinantes entre ella y el Director al complementarse muy bien por la labor de cautivadora sutileza de Shunji, como la escena en la que están armando una pista de carritos y ella le pregunta continuamente: "¿Dónde has estado?", connotando un cuestionamiento existencial hacia él, haciéndolo dudar de su lugar en el firmamento, duda que ella comparte y esperando en su respuesta la certeza que aún le es esquiva. 

En este relato de lenguaje versátil y llevado por la pareja, Hideaki Anno hace funcionar las meta-referencias a su carrera en un conjunto universal que plantea,  desarrolla y cuestiona la cambiante representación de lo real en la ficción y viceversa, en analogía con la confusión, distorsión y difuminación dentro de estos seres con trastornos afectivos o de personalidad, quienes pasan los días sin sentir, o, al contrario, sintiendo tanto que lastima. Donde el saber "que sigue" o el gran "porque" sería equivalente a alcanzar el propósito máximo del arte, aunque las respuestas siempre van a variar. El agotado Director trata de comprenderla, sin embargo, todavía está sumergido en lo irreal que le impide dar, junto a ella, el primer paso hacia quien en verdad puede ser. Al contrastar con el ímpetu de la Joven, él manifiesta sus recaídas depresivas por ser incapaz de corresponder a quien le pide un estado de ánimo tan ajeno como el arte que busca crear. 




Mas adelante, la Joven tiene un colapso por su ansiedad ante el pavor de enfrentar el futuro y a sus traumas, un resquicio de realidad que le permite al Director dejar su apatía, mirarla realmente, y darse cuenta de su propio encierro, deseando que ambos pudieran elegir como seguir. Lo que en otros largometrajes fuera el móvil para un romance fílmico con los efectismos de este, aquí es el honesto estado de unos individuos falibles, que podrían albergar ese atisbo de esperanza en la dinámica humana y aceptar sus escollos, sin una complaciente y forzada culminación artificial. Abriéndose hacia un provenir por el cual optar, tan libre como el verdadero arte. Claro, las piezas deberán armarlas ellos, y el espectador luego del primer visionado de la película.



Por lo pronto, Ritual es un viaje catártico, quizá, para sus creadores y el público. Manejando mediante una puesta en escena conceptual y metafórica, una complejidad psicológica bien escudriñada con una finalidad casi terapéutica, pero que jamás pretende aleccionar e introducir moralejas, mostrando en su sensibilidad lo que acontece y se percibe tal cual es, sin paliativos.

Una obra íntima y accesible para quien esté dispuesto a seguir a unos personajes con interiores y circunstancias que pudieran ser las suyas. Una sincera disección del alma  curiosamente alejada del nihilismo, pues hay cierta expectativa arraigada en la realidad, y para descubrirlo, deben verla. 


          Por OSCAR ALEJANDRO CABRERA 

 



 

 



 

Comentarios

Entradas populares