NOMADLAND (2020) - ARTICULO
IRSE PARA REGRESAR
Basado en el libro de Jessica Bruder, Nomadland: Surviving America in
the Twenty -First Century.
Es el año 2011. Fern es una estadounidense que ha perdido su empleo en
una fábrica de materiales de construcción, la cual cerró y era el principal
sostén de Empire, un pueblo de Nevada en donde ella vivía, ahora un desierto
como consecuencia de la recesión económica. Además de ello, debe intentar
asimilar otra perdida, una interior, la de su marido que ha muerto
recientemente.
Entonces como primer intento de orientarse, decide adquirir una
camioneta para recorrer el país y conseguir trabajo por temporadas. Durante su
viaje, da con una comunidad de Nómadas mayores también afectados o marginados
por la crisis, aprendiendo lo básico para sobrevivir al conocerlos, de la misma
manera que comparte momentos cercanos con algunos de ellos cuando le muestran
su visión de una existencia fuera de las convenciones sociales, lejos de las
urbes codiciosas y apáticas, y a las cuales ella jamás fue adepta junto a su
marido, al que amaba demasiado. Experiencias que abrirán nuevas rutas para
descubrir, y, quizá, redescubrirse.
Como lo hizo en su anterior película The Rider, y ahora en Nomadland,
la realizadora Chloe Zhao se decanta por una historia contemplativa en donde
indaga con precisión en los matices de una protagonista en un continuo trayecto
no solo físico, que por momentos puede ser de huida, en otros de introspección.
Desembocando en una búsqueda de sí misma y un objetivo, afrontando, acorde a
sus propias características y elecciones, aquellas cargas internas que no le
permiten avanzar hasta, tal vez, encontrar lo que necesitaba de manera
consciente o no.
Zhao en la obra imprime una sensibilidad cautivante en su habilidad para explorar las derivas y encuentros de Fern durante su itinerario, que me remite a las formas de autores como Naomi Kawase o Hirokazu Koreeda. Tomando su tiempo para contar las vivencias de su protagonista, su manera de percibir los fenómenos de su entorno y todo lo que ha visto en su paso por las carreteras de unos Estados Unidos poco mencionados, hasta que en el camino ella logre, quizá, reconectarse y sentir aquello que podría definir o ser un escalón para restablecer su valor como ser. Una compasiva mirada al seguir a Fern y a los seres que la acompañan, sin juzgarlos, dentro de un universo repleto de gestos sutiles pero trascendentes. Los comprende e invita a acompañarlos en su devenir natural mientras se miran en sus caminos, en donde, a lo mejor, nos miremos en el transcurrir de esta intima road movie.
Por lo anterior no vemos un acercamiento, sino un retrato acertado de
las luces, sombras y ambigüedades de la condición humana en la cotidianeidad de
Fern y de los que la rodean, como en una conversación entre ella y una
compañera nómada que pronto morirá y desea hacer una última travesía memorable,
o sus encuentros esporádicos con un hombre, también nómada, que en algún
momento se debate entre continuar su viaje, movido por su concepto de la
libertad, o regresar con su familia que lo espera en casa. Incluso son
atesoradas escenas suyas interactuando sola con algún paisaje y consciente en
la búsqueda de su rol en el inmenso todo; asimismo otras más sencillas, por
ejemplo, sentada acompañando a otra amiga errante al ponerse una mascarilla de
belleza en medio del parque de remolques en donde están, una parada habitual para
ella. Haciendo énfasis en lo revelador o elocuente en los instantes efímeros de
seres que decidieron vivir sin las ataduras o imposiciones de la sociedad
contemporánea.
LA MIRADA DIGNA DE SU AUTORA
Bajo el ojo distante pero empático de su creadora, las escenas suceden naturalmente
entre acciones, reacciones y elecciones que se acercan paulatinamente al realismo.
En su enfoque casi documental, a la manera de los grandes maestros de lo implícito, los silencios, los gestos, e inclusive las miradas en la obra, son
esenciales para transmitir los dilemas, sentimientos, estados y expectativas de
sus personajes. Al contemplar lo que hace Fern, se nos da una idea de lo que
piensa, del conflicto interno al no saber cómo llevar el luto por su marido, ni
que desea para sí misma sin tener en claro porque viaja. Sin embargo, durante el
relato envolvente, Zhao nos va revelando lo que ella va descubriendo no solo de
la naturaleza, de los lugares más interesantes de la América profunda, sino de
su ser y lo que puede dejar atrás; tomando de todos los seres que ha conocido
en su viaje y han tocado su interior piezas para la cimentación de una renovada
identidad, asimilando el ahora, valorando la plena complicidad con el otro amado
en el pasado y aceptando la muerte del mismo como salida de la inercia, aprendiendo
a vivir; atesorando una soledad gratificante, en lugar de una agobiante y
hermética. Una pieza minimalista, cuya forma y lenguaje -construidos desde el montaje
instintivo realizado por la misma directora- emula los latidos de Fern y con
unas conclusiones tan abiertas, o esperanzadoras, como la vida misma.
Cabe mencionar, que este desenvolvimiento también es gracias a unos
actores no profesionales que mantienen la verosimilitud que se requiere, a
excepción de Frances McDormand o David Strathairn que son interpretes
reconocidos, pero realmente buenos al adaptarse y transformarse, bajo una
dirección cuidada, en el esplendor, tanto visual como sentimental, de una
narrativa balanceada y potente en su sencillez.
Chloe en su narración serena y fluida moldea a su protagonista con picos
álgidos de extraordinarias gamas emocionales, siguiéndola en su viaje de
claridad, al principio dubitativo y sin procesar aun su perdida,
pero después de unas concretas ocasiones de meditación sincera e ignorando aun su
próximo destino, la ruta de su alma comienza a definirse; ocupándose por fin de
decir, hacer y continuar bajo sus propios términos.
Nomadland, además de ser el testimonio de la resiliencia de su heroína,
es una historia con un claro enfoque social al mostrar y comentar mediante sus
personajes, la lucha de toda una comunidad ante las adversidades de inequidad y
la desolación por la iniquidad de los privilegiados.
Las corporaciones cierran fábricas, dejan sin hogar y un propósito a los
trabajadores, viendo la prolongación de un fenómeno que no ha cambiado demasiado
y que recuerda a casos como el cierre de la manufactura de la marca General
Motors a finales de los 80 en Flint, Michigan, muy buen retratado en el personal
documental de Michael Moore, Roger y yo. No obstante, en donde otros
realizadores ven los ingredientes para la explotación de la miseria, el falso
activismo fílmico o la denuncia fácil, Chloe Zhao decide ser fiel a su mirada comprometida,
conmovida y realmente cercana con los individuos que plasma, apelando a la
interpretación del espectador y labrando un terreno fértil en este para una observación
activa y que decide si reflexiona a profundidad, o no, sobre el contexto y las
perspectivas de Fern y compañía luego de seguirlos durante una travesía
evidentemente cautivadora.
Siendo capaz su autora de transmitir, en medio del desarraigo y la
injusticia social, un verosímil porvenir en aquellos olvidados por el
capitalismo salvaje, sin dejarse tentar por el nihilismo y basado en la
fortaleza inherente del ser; plasmando la humanidad obviada por los medios y
los gobiernos que ven meras estadísticas en una economía en declive, como
tampoco cae en la trampa del optimismo impostado y complaciente.
La evidencia de que lo difícil puede ser abordado con delicadeza,
dignidad y responsabilidad por una narradora que no busca solo contar, sino involucrarnos
en un trasegar que se mueva bajo los profundos designios y los anhelos más puros del alma.
Por OSCAR ALEJANDRO CABRERA
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