X FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE CALI - CRONICA (RESUBIDA)
Hola queridos cinefilos.
Hoy quiero compartir con ustedes algo muy especial, una crónica que hice sobre lo acontecido en la décima edición del Festival Internacional de Cine de Cali. Originalmente estaba en la pagina de CBCine, pero ahora la encontraran aquí.
Espero les agrade y muchas gracias tanto a CBCine (Circulo Bogotano de Críticos de Cine) por confiar en mi para cubrir el evento en su momento, como a ustedes por su preferencia.
MI RETORNO AL CALI FILMICO QUE EXTRAÑABA
Esta es una especie crónica sobre mi experiencia en el Festival Internacional de Cine de Cali
en su decima edición, repleta de variedad, orientada al homenaje y con énfasis
en el pasado, presente y porvenir del cine. Además de exhibirse una selección
oficial nacional con piezas como Matar a Jesús
(2018), de Laura Mora o Virus
Tropical (2018), de Santiago Caicedo, se proyectaron del 8 al 12 de
Noviembre del presente año clásicos del cine español de los años sesenta y
setenta, algunas con claras posturas políticas contra el totalitarismo y otras
represiones, encontrando autores de la talla de Luis Buñuel o Carlos Saura;
asimismo surgen otras obras ibéricas recientes para complementar. También como
parte de la programación, se dio el visionado de cintas esenciales en la
filmografía de Ingmar Bergman por su centenario; largometrajes de vocación
militante referentes a Mayo del 68 –entre ellas Sedmikrásky o Margaritas (1966), de Vera Chytilova- y por supuesto demás
relatos en su Selección Internacional, participando países como Argentina, México
u Holanda.
Para esta tarea, fui a los eventos y proyecciones que pude durante
estos 5 días de festival, por lo que les recuerdo que esto no es un resumen tal
cual, sino un intento por describir mis percepciones sobre lo que vi. Sean bienvenidos.
Día 1 – 8 de Noviembre:
La inauguración salió muy bien a pesar de un inconveniente inicial
con la lluvia y que género un breve retraso en la proyección de la película Cría Cuervos, de Carlos Saura. Un relato
sobre las marcas psicológicas en la niñez y un trayecto por las consecuencias de
los actos o los traumas que florecen en la misma, mientras se desenvuelve con
cierta ambigüedad y donde la línea entre lo real y lo onírico es cada vez más
difusa. El alma infantil es trastocada e incluso cuestionada ante conceptos
como la muerte, el engaño, el rencor y la opresión, disipándose la inocencia en
un entorno hostil que parece reminiscente al régimen de Franco. Jamás me había
interesado ver piezas de Saura en mi
vida cinefilia, pero este trabajo fue ideal para empezar. Realmente inolvidable
el filme, sobre todo gracias a un leitmotiv musical en escenas muy concretas
con la canción “Porque te vas”, por Jeanette.
Cesó la lluvia y se reanuda todo para ver la cinta, que involucró
tanto a los asistentes en la cinemateca del Museo
La Tertulia, como a los de la carpa exterior frente a la sala, pues se
exhibió la película simultáneamente. Yo la vi en la carpa.
Luego de la película, se realizó un coctel en la Casa Obeso-Mejia, punto cultural ligado
al museo con la presencia de figuras reconocidas como Luis Ospina, Oscar Campo
u Oscar Ruiz Navia. Allí mismo había montada una exposición con fragmentos
escritos sobre parte de la vida y obra de Ingmar Bergman, algunos suyos y acompañados
de imágenes de sus películas. Mostrando a su vez una cronología y síntesis de
los temas, obsesiones o virtudes artísticas en la vasta filmografía humanista
del realizador Sueco.
Día 2 – 9 de Noviembre:
Hoy en la tarde volvió a llover, pero me fascinan los días nublados
y aun más con agua, así que produjo una prolongada serenidad en mí. Basta de
contemplación personal, vamos al grano. Entré al foro: ¿Hacia dónde va la
industria cinematográfica y audiovisual en Cali y en el Valle del Cauca?, precedido
por Miembros del CNACC (El consejo nacional de las artes y la cultura en Cinematografía)
y las secretarías de cultura de Cali y del Valle. Entre ellos estaba Diana
Ledesma, coordinadora de fortalecimiento y promoción de festivales moderando el
conversatorio con Consuelo Bravo, la secretaria de cultura del departamento,
Luz Adriana Betancourt de la secretaria de cultura de la ciudad, la directora
de programación de Telepacifico María Fernanda Campuzano, e inclusive el actor y productor Marlon
Moreno. Todos ellos discutiendo acerca de lo que se está haciendo por la
producción fílmica local y su impacto en el panorama nacional e internacional,
enfatizando en la importancia de crear programas para la formación de públicos
e ir masivamente a ver cine nacional, por ejemplo, uno de ellos es el proyecto Vaya al Cine, una herramienta para llevar
la experiencia de ver cine a lugares del departamento de difícil acceso, o
también a comunas de la ciudad, con el propósito de generar consciencia acerca
de una transformación social mediante las películas. Además, pone en la mesa el
debate sobre la reforma tributaria que propone el actual gobierno con la Ley de
Financiamiento que ha presentado al congreso, y como esta podría golpear
negativamente a la industria fílmica, no solo del Valle, sino a la nacional.
Por ello se indaga en el alcance actual del cine regional, teniendo en cuenta que
un gran porcentaje de nuestro cine es producido por realizadores vallecaucanos.
Durante el evento se hace hincapié en la prioridad de unir al sector
público y privado para suplir la necesidad de una mayor divulgación cultural y adquirir
mayor financiamiento para la creación y proyección
cinematográfica. Ya no trabajar dispersos y que el gobierno local no cargue con
toda la responsabilidad. Rondando propuestas para impulsar el talento regional como
la creación de una plataforma digital propia, según menciona Moreno, ante la
falta de mayor distribución o cuota de pantalla para el cine local, recordando
allí el desafortunado caso de Somos
Calentura (2018), de Jorge Navas, la cual merecía mejor suerte en salas.
Entre otras iniciativas, destaca la del canal Telepacifico haciendo
co-producciones para renovar su parrilla televisiva al permitir que se
propongan nuevos proyectos y formatos, y también resalta su apoyo al cine con
la compra de películas colombianas para su programación, algunas de ellas
realizadas por cineastas de la región. Recordando igualmente en la
conversación, los estímulos esenciales que da Proimagenes para activar el flujo
creativo y por fin dejar atrás las cicatrices de esos años en que el cine
nacional estuvo huérfano luego de la caída de FOCINE.
Más adelante intervinieron los miembros del Consejo de Cine
manifestando la importancia de promover la ciudad y la región como destino de
filmación para productoras extranjeras, ofreciendo locaciones de rodaje con
recursos organizados, pero siempre manteniendo un criterio firme e impedir que
se muestre una imagen negativa de la región y del país en el exterior.
Después de una enriquecedora tarde en el foro, fui al teatrino del
Teatro Municipal Enrique Buenaventura decidido a aceitar mí cinefilia
asistiendo a la proyección de algunos antiguos trabajos del cineasta español José
Val del Omar, los cuales oscilaban entre el documental y la ejecución
experimental. En tal obra pude captar esa urgencia de plasmar la efervescencia
del acontecer humano, sea en situaciones cotidianas o costumbristas vistas en Fiestas cristianas/Fiestas paganas (1934),
con ciertos momentos expresionistas al filmar celebraciones religiosas
españolas, o intentar un acercamiento mas lirico y metafórico del documental
con Vibración de Granada (1935),
contemplando desde la arquitectura, las miradas y el fluir de las aguas aquello
que nos hace humanos. Y por supuesto, no puedo olvidar Estampas (1932), un trabajo muy interesante como referente de las
Misiones Pedagógicas, una iniciativa fundada por el pedagogo Manuel Bartolomé Cossío
e integrada por artistas e intelectuales que buscaban con el arte su propia
transformación social, centrada en enseñar a la gente de los pueblos y aldeas
perjudicadas por la guerra civil de su época. Val del Omar era un miembro muy
activo y comprometido con su lenguaje para transmitir lo que tenía que decir al
respecto.
Al sumergirme en estas visiones, no pude evitar pensar en ese anhelo
de Val del Omar por intentar atrapar y conservar en sus imágenes lo que damos
por sentado, la vida. Somos efímeros, pero Val del Omar traza entre miradas,
gestos e idiosincrasias, las dualidades, fragilidades e incluso las virtudes más
universales. Los objetos y el montaje buscan provocar sensaciones directas,
apelando al inconsciente y a la sensibilidad del espectador, estremeciendo el
imaginario colectivo y la memoria personal con tomas del agua borboteando de
una fuente o una procesión de semana santa.
Día 3 – 10 de Noviembre:
Era una mañana agradable, sin asomo de lluvia, cuando entré de nuevo
al teatrino del Municipal para un coloquio muy especial entre Luis Ospina y el
realizador francés Romain Goupil acerca de su documental Morir a los 30 años (1982), programado en el festival y que
desmitifica lo acontecido alrededor de todas las cruciales protestas en Mayo
del 68, reflexionando en su pasado militante en el comunismo y como experimentó
aquel momento de revolución social y política en la lucha por condiciones
dignas de trabajo y por los derechos e igualdades esenciales. Cabe mencionar
que, además de dirigir sus propios trabajos, fue asistente de dirección para
los mismísimos Chantal Akerman, Roman Polanski y Jean Luc Godard.
Ahora, al conversar con Ospina, relata cómo percibe hoy en día
aquellos días, ya en su adultez.
Contaba que hizo cine desde temprana edad y que en esa época
anhelaba cambiar lo establecido ante el ambiente tan efervescente en Paris, con
los jóvenes protestando en contra de las injusticias, no solo allí, sino en
otras partes del mundo. Sin embargo, menciona el desencanto posterior –el mismo
que al parecer transmite su documental- al ver como se diluye el compromiso
político luego de aquel acontecimiento, aunque resalta las victorias parciales que
se consiguieron hasta la actualidad.
También fue muy crítico con el cine militante de su época -incluso
con Godard- al sentir que no mostraba lo real, sino una realidad a la medida del
discurso del autor para imponer postulados o verdades; generando una discusión
entre la imagen real y la artificial con ideologías poco interiorizadas. El ve
el valor utilitario del cine para transmitir un mensaje y llegar a cualquiera.
Más adelante Ospina le pregunta su percepción sobre el fenómeno actual
de la ultraderecha subiendo al poder, siendo elegidos por los menos
favorecidos.
Romain dio a entender que, al lograr las libertades sociales,
políticas, económicas, o de expresión que ahora se dan por sentadas, hoy en día
hay un ambiente de miedo colectivo de perder ese confort conseguido gracias a
las revoluciones pasadas, entre ellas la de ese Mayo del 1968, y la gente entonces
reacciona eligiendo erróneamente a gobernantes populistas, o extremistas, cuyas
ideologías son versiones distorsionadas de la derecha e izquierda. Señalando el
peligro de su demagogia repleta de mentiras y magnificada por la desinformación
en los medios masivos. Un nuevo autoritarismo ha surgido, casi irreal, como el
de They Live (1988) de Carpenter,
bueno, esa analogía la hago yo, pero ustedes entienden. Es la paranoia generalizada
de perder todo por lo que se ha luchado.
Ahora por el extremo individualismo, la gente se va a los extremos
para conservar los beneficios adquiridos, siendo egoístas y olvidando que todo
lo que poseen fue obtenido por el sacrificio de muchos que estaban
desfavorecidos y al protestar, reclamaban lo que merecían por derecho. Eligen
ignorar lo que está mal y conformarse, eligen estar perdidos, según la mirada
de Romain, quien aun así es optimista, pues todo podría estar peor. De acuerdo
a su pensamiento, el verdadero cine político se interesa por las cosas públicas
de la gente, y por la gente.
Aunque menciona que aun no es suficiente, todavía hay que hacer algo
por la gente desposeída, abatida, víctimas de abusos de toda clase e ignorados
por los gobiernos populistas. Se debe aprender a compartir con el prójimo,
sobre todo ante la actual falta de empatía. Por eso se valora tanto lo
conseguido por los movimientos durante ese mes de Mayo, gracias al coraje de
los sindicatos y los estudiantes.
Romain también revela su distanciamiento del cine reciente, que considera
propaganda, artificial y mentiroso. A él le interesa capturar el acontecer
humano puro, y que jamás olvidemos la importancia de todos los privilegios que
gozamos gracias a las revueltas de antaño, sin dejarnos llevar por el miedo.
Ante tal panorama, se debe mostrar en el cine lo que sucede y la verdad, pero
actualmente solo ofrece distracción, desaprovechando su potencial como
generador de conciencia.
Nota: al final no pude ver el documental, pero deseo y espero verlo
pronto.
Una vez termina el coloquio, fui a la Cinemateca de la Tertulia para
ver La Vida libre (2017), cinta
española en Catalán escrita y dirigida por Marc Recha, y co-protagonizada por
el gran Sergi López. Sin recurrir a una sinopsis, les cuento que fue un visionado
intermitente, que por momentos fluye y en otros se estanca, dada su narrativa
intimista y pausada. Un relato que es guiado por los protagonistas y los
acontecimientos, sin una estructura de guion convencional. Pero en los
instantes donde avanza, los silencios, la bella estética y su sutileza,
transmiten algunas sensaciones, o algo sobre los personajes. Estuvo bien por
destellos en contados segmentos, pero me desconectaba del conjunto.
Es sencilla, más no simple, y es destacable como intenta abordar ideas
sobre la libertad, la muerte, la soledad, la nostalgia o el anhelo del ser
querido mediante sus contenidas escenas, pero al ser tan distante como dispersa
por su excesiva contemplación, prolonga demasiado la resolución de tales ideas,
además de desechar casi toda posibilidad de algidez dramática o sentimental en
unos personajes demasiado herméticos para el bien de la cinta. Le falta concretar,
sustentar y orientar sus motivaciones y acciones, sintiéndose aun más lejana,
sacando de la inmersión a ratos; pero en general es una obra que se deja ver y
cuando reactiva el interés –de acuerdo a la disposición del espectador- ofrece
secuencias interesantes y hermosas, no solo en su cinematografía.
Día 4 – 11 de Noviembre:
Llego a las salas de Cine Colombia en Unicentro y me agrada ver que
tanto el público del festival, como el habitual de los teatros multiplex se
entremezclen, porque al final de cuentas todos compartimos ese disfrute
universal de la experiencia fílmica, explorando y guardando las distintas verdades,
perspectivas y manifestaciones humanas.
Entré para ver El desencanto
(1976), de Jaime Chávarri, uno de los clásicos españoles en la selección
del festival sobre el pos-franquismo. Un documental con entrevistas a la esposa
y a los tres hijos del poeta Leopoldo Panero, quien perteneció al partido
Falange Española, de ideología fascista. Durante la obra se relatan anécdotas,
recuerdos, e incluso resucitarán asuntos de familia sin resolver.
Empieza sobrecargado el largometraje, sin transiciones fluidas o algún
elemento en su montaje para separar en segmentos la densa información de unas conversaciones
repletas de matices y quizá difíciles de procesar para el espectador, por muy
enriquecedoras que sean. Lo dicho y lo implícito se pierde.
No obstante se alcanza a percibir fragmentos del deterioro o la
desintegración de esta familia acomodada, acostumbrada al autoengaño, la hipocresía,
la melancolía y a su enojo al recordar errores y frustraciones, a la vez que
retornan las memorias de las toxicas interacciones con el patriarca del clan
Panero –quien había fallecido en el año 62- y sus respectivas consecuencias, traumas y penas, produciendo comportamientos
en verdad disfuncionales. Luego de un rato su narración toma cierta fuerza y
genera algo de interés, a pesar de su irregular progresión.
Es un retrato acerca de una naturaleza humana visceral, tanto que
podría lastimar. He ahí la necesidad de los desolados protagonistas de crear
mascaras para ocultar las fisuras, los vacios, el dolor y el rencor. Planteando
preguntas como: ¿Qué tan real es lo que se ha filmado? ¿Qué tanto muestran
estos personajes? ¿Qué más esconden?
Quizá al verla de nuevo en un futuro las responda. ¿Y ustedes?
Día 5 – 12 de Noviembre:
El ultimo día del festival y regreso a los teatros de Unicentro,
pues allí se haría la clausura con la entrega de premios, un discurso
contundente del director creativo Luis Ospina y la proyección del clásico de
Luis Buñuel, Viridiana (1961), con
Silvia Pinel. Siendo honesto, nunca había mostrado real interés en Buñuel y su
cine, sin embargo ver Viridiana fue atrapante y estremecedor ante la relevancia
de sus temas, pese a ser realizada hace más de cincuenta años. Me agrado mucho.
Quede inmerso en ese universo despiadado,
pero a la vez reflexivo de Luis, e hipnotizado por cómo abordaba los dilemas y
contradicciones en la carga religiosa y, en medio de su sátira al catolicismo,
preguntarnos de que manera puede preservarse la integridad en un mundo cínico,
apático y egoísta, totalmente indiferente ante la miseria alrededor, donde el
único interés es el individual, olvidando al prójimo. Observando el quiebre del
espíritu humano ante las peores circunstancias y disipándose por desgracia la
fe. Por ello, y dados los acontecimientos recientes en el país o en el mundo,
es más que pertinente. Pero antes de tal cierre, más temprano fui a ver otra
cinta del festival.
Admito que no pude ver tanto cine como hubiera querido, y las veces
que sí, fueron experiencias algo incompletas, pero con La Estación Violenta (2017), de la realizadora Anxos Fazans –filme
que hizo parte de la Selección Oficial Internacional-, pude involucrarme mejor
con lo que proponía, y sobre todo con su ejecución.
Es una historia en donde cada gesto y mirada, dicen mucho más que
sus pocos diálogos. Porque es una sutil película que se mueve según los
acontecimientos, los actos o el latir de sus protagonistas, sin necesitar demasiada
exposición para dar a entender lo que sienten estos seres solitarios, con sus
anhelos, vacíos, adicciones e incertidumbres. Deambulando sin estar realmente
allí, tratando de lidiar con las cargas del pasado -entre rencores y obsesiones-
y las consecuencias de sus elecciones.
Es una obra solida bastante conseguida que fluye con “tiempos
muertos” que complementan a los personajes o a las situaciones, similar a lo
que hace Jarmusch. En cada momento, cada toma, cada puesta en escena, algo pasa
y se intenta de comunicar aquello que es difícil dimensionar en palabras. Es un
ejemplo de buen uso del lenguaje fílmico.
Quizá la violencia a la que se refiere la película es la ansiedad en
los interiores cohibidos de sus personajes durante su deriva existencial, al no
saber a dónde ir, ni concretar los asuntos pendientes. Eso sí, a pesar de su
encierro, son capaces de abrirse a cuenta gotas en precisas acciones, pero las
barreras son altas y no consiguen recuperar la intimidad que solían tener entre
ellos, pues son tres individuos que solían ser grandes amigos en su juventud. Ahora
son huérfanos y sin devenir alguno.
Su desenlace es desolador y nada concluyente, mucho menos
confortable, como a veces es la vida misma.
Regresando a la clausura, en la noche, entramos todos los invitados,
prensa y público a la Megasala de Cine Colombia para la ceremonia de los
premios “Maria” a producciones nacionales e internacionales, y entre los
ganadores estuvieron cintas como Meteoros
(2017), de Gurcan Keltek o La mujer
de los siete nombres (2018), de Nicolás Ordoñez y Daniela Castro. Eran premios
en efectivo y en servicios y descuentos para producción y pos-producción de
proyectos. Pero antes de ello, Luis Ospina brinda un discurso como advertencia
sobre el futuro del cine, haciendo un paralelo con la oscura actualidad de la
posverdad, y con ello una reforma tributaria que podría perjudicar la
producción cinematográfica nacional. Algunas de las palabras de Ospina fueron:
“Vivimos tiempos oscuros en
todo el mundo. Está en manos de mandatarios a los cuales les da lo mismo la
verdad o la mentira. El mundo del cine también está en crisis, y muchos de los
logros que se han alcanzado están en constante peligro. Para no ir muy lejos,
en Colombia, donde por fortuna contamos con una ley de cine desde hace más de
veinte años, se anuncian medidas tributarias que atentan contra el desarrollo
de una naciente industria cinematográfica, que no solo afectaran a directores y productores, sino también al
publico quien es el principal inversionista del cine.”
Después de todo ello, el cierre fue con broche de oro viendo la,
como ya dije, relevante Viridiana.
Al final pude apreciar un festival que cumple su propósito, el de
visibilizar, además del cine nacional que debería exhibirse más tiempo en salas
comerciales, aquellas piezas del mundo que normalmente jamás llegarían a las
pantallas de nuestro país. Ofreciendo una variedad significativa de visiones
acerca de entornos distintos y realidades humanas, reventando el globo de la
indiferencia ante un mundo actual que necesita más que nunca el poder reflexivo
y comunicativo de la expresión cinematográfica. Haciendo especial énfasis en el
sello de autor de obras con perspectivas personales, y urgentes, sobre
diferentes temas, problemáticas y sensaciones, ya sea escudriñando en la intimidad
de personajes con ambiguos y complejos conflictos, o de orientación social e
inclusive política frente al convulso y cambiante panorama tanto del pasado,
como de un presente que retrocede cada día hacia los patrones totalitarios de
antaño, que peligran con deformar la conciencia humana.
Por OSCAR CABRERA
Discurso de clausura por Luis Ospina
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