NUESTRA PEQUEÑA HERMANA - CRITICA

Bienvenidos mis queridos cinefilos. En esta ocasión quiero compartir un texto sobre una película esencial en la filmografia de Hirokazu Koreeda, Nuestra pequeña hermana.

Este escrito es una versión ampliada del que fuera publicado originalmente en la sección Quick Critiques el 10 de abril de 2016.

Espero les agrade y muchas gracias por su preferencia.




Inspirado en el manga Unimachi Diary de Akimi Yoshida.


Cuando escriba esto, estaré aun fascinado y dudo que se me pase por un tiempo; porque el cine de Hirokazu Koreeda evoca complejas sensaciones y pensamientos en sus briosas imágenes, las cuales perduran después de su visionado. Todo en una obra tan natural y fluida como la vida misma.

Tres hermanas, Sachi, Yoshino y Chika, viven juntas en la residencia de su abuela, inmersas en sus rutinas. Pero todo se detiene cuando reciben una noticia, la muerte de su padre, de quien no sabían nada desde que las abandonó por una disputa con su madre, también ausente. En el funeral conocen a Suzu, su media hermana y fruto de una relación de su padre hace 15 años; ella lo cuidaba hasta sus últimos días. Ahora sola y con la comprensión de Sachi, las tres deciden acogerla en su hogar e intentarán adaptarse, aunque durante la convivencia se revelan ciertas heridas aun sin sanar.




Soy un enamorado de los delicados universos de Koreeda. Es uno de los pocos que ha conseguido, en un balance ideal, tratar temas duros mediante una exquisita ligereza. Tal como en KisekiStill Walking, Distance o De tal Padre, tal hijo, vemos personajes que intentan restaurar vínculos afectivos –familiares u otros-, a la vez que enfrentan culpas, rencores, traumas, temores o anhelos hacia una catarsis anclada en la realidad cercana. Existe todavía incertidumbre, pero surge un mayor reconocimiento interior, resultado de un proceso consecuente y sin los atajos o condicionamientos del efectismo fílmico. No solo te involucras, te fundes con el relato; olvidando el montaje, la cámara y demás elementos del lenguaje al sumergirnos.

Tomas consciencia de sus matices, sean muy espinosos o quizás algo esperanzadores, luego de un significativo festín sentimental de idílica sutileza. No sigues meros seres de ficción, e inconscientemente, ya dentro de su contenida naturaleza, enfrentas la impotencia de presenciar humanidad pura en sus amplias gamas.

El tratamiento y orientación del núcleo disfuncional de las cuatro mujeres es impecable. Cada una –tan entrañables por igual- es acorde a su rol y progresan admitiendo sus carencias al recobrar la templanza. Por esa minuciosa base, lo cotidiano adquiere nuevas pinceladas, donde lo implícito es transmitido en precisas tomas y diálogos. Sentarse en la mesa a cenar, pintarse las uñas u otros actos, adquieren crucial importancia. Retratos depurados en una lúcida economía de planos, herencia de Yasujiro Ozu sin duda, y muy frecuente en su autor desde Maborosi.

Un esmero que me remite en ocasiones a Banana Yoshimoto, al dar mucho por tan poco en sus libros Kitchen, Amrita  o Sueño profundo. Además, como la autora, Koreeda ofrece un acercamiento genuino al impacto y aceptación de la muerte, con un enfoque tan propio como general. 

Air Doll, After Life, Nadie sabe y otras películas serán experiencias trascendentes, si deciden contemplar y cavilar por la estremecedora sensibilidad de su imprescindible director.


Por OSCAR CABRERA






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