RESEÑA ESPECIAL - DUCKTALES THE MOVIE: TREASURE OF THE LOST LAMP (1990)
Hace unos días, el canal Disney XD saco a la luz la intro o
apertura del remake de Ducktales o Patoaventuras en Latinoamérica,
y no podría estar más entusiasmado.
Yo siempre fui un consumidor principalmente audiovisual, y
como he mencionado en otras ocasiones, mi primer contacto con el lenguaje y la
narrativa fue mediante la animación desde muy temprana edad. Aun recuerdo todos esos días en casa de mi abuela, donde vi tanta televisión que prácticamente
imitaba todo de allí, incluso el anhelo de buscar tesoros y embarcarme en
aquellas aventuras con los seres más allegados. Por lo que el tacaño Rico McPato (Scrooge McDuck) y sus sobrinos Hugo,
Paco y Luis (Huey, Louie y Dewey); junto a Rosita (Webby), La Señora Beakley
y el terrible piloto buena onda Launchpad
McQuack, eran motivos de inmersión realmente significativos.
Ahora ante su inminente regreso este año, de la pluma de Matt Youngberg y Francisco Angones, aprovechare la oportunidad de evocar su
primera y única incursión al largometraje, luego de varias temporadas de una
serie emblemática durante los años noventa.
Dirigida por el consagrado animador Bob Hathcock, responsable entre su enorme currículo de episodios de
Scooby
Doo, Los Pitufos, Los Supersónicos, e inclusive de
piezas más cercanas como The Boondocks o Duckman, relata la búsqueda
de McPato y su familia del tesoro perdido de Collie
Babá en Egipto; sin embargo los
persigue el hechicero Merlock –interpretado
por el mismísimo Christopher Lloyd,
si, el Doc Brown-, pues en dicho caudal se encuentra una lámpara mágica y cuyo
poder desatará increíbles dificultades para nuestros exploradores.
Como han de suponer, siendo un producto de su tiempo, es un
relato sencillo acorde a los tópicos y arquetipos de la serie, aunque con el
suficiente cuidado en su ejecución para percibir un elemental esquema fílmico,
en lugar de un episodio extendido. Es fluida y jamás se estanca, cada secuencia
es necesaria. Muy constante, aparte de alguna que otra conveniencia, hacia un
conjunto que logra transmitir sus mensajes por medio de la experiencia vital de
los personajes y no solo lanzar moralejas o sermones, lo que hacían otros
productos animados burdos de la época; basta recordar algunas aberraciones de
productoras como Filmation o Hanna-Barbera en sus peores etapas.
Al igual que en la serie, Hathcock y su equipo se preocuparon
por ofrecer una obra de verdadero entretenimiento para toda la familia, repleta
de carisma y sin subestimar a los espectadores más pequeños. Por supuesto,
algunos actos y dilemas son resueltos con la ingenuidad innata de aquel entonces,
que puede contrastar bastante; o también algunos gags cómicos no han envejecido
muy bien, pero aun así es consecuente en su tono e intenciones de contar una historia
balanceada, con sus dosis oportunas de drama liviano y comedia, de acuerdo a lo
que es. Audaz e ingeniosa a su manera; una estupenda exponente de su género y
aceptable heredera de las dinámicas del Tintín de Georges Remi (Hergé).
Cumple con lo esencial, que nos importen McPato y compañía,
y aun más hoy en día al reencontrarnos con ellos. Disfrutando nuevamente de sus
peripecias, a la vez recordando tiempos agradables y alucinantes frente a la
pantalla chica.
Por lo tanto, espero con ansiedad la nueva versión. Será
adaptada obviamente a la sensibilidad y al ritmo actual; aunque con la correcta
escritura y un pulido trabajo al caracterizar a sus renovados protagonistas, funcione
por sí misma, además de generar nostalgia genuina. Es difícil, pero con algo de
esfuerzo, quizás obtengamos riquezas inimaginables.
Por OSCAR CABRERA
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