QUICK CRITIQUES SPECIAL II - RECUENTO FÍLMICO

Faltan pocos días para terminar un año que nos dejo cine a raudales, de todos los gustos y colores, y con exponentes que funcionaron, ademas de otros que no tanto.

He aquí por lo tanto mis ultimas impresiones cinematográficas a algunas piezas que sobresalieron a su manera y dieron de que hablar en su momento.

No siendo mas, muchas gracias por su preferencia y espero tengan un gran final de año.

¡Felices fiestas!


Epifanía


Pretende ser una travesía sensible por las etapas de la vida: Muerte, sanación y nuevo comienzo. Todo por medio de un ejercicio muy personal al intentar ahondar en el interior femenino, con énfasis en la maternidad. Sin embargo todo termina en un quiero y no puedo, pues al final se percibe disperso y descuidado.

La contemplación a sus protagonistas de emociones contenidas y acciones mundanas, que deberían transmitir mas sobre ellas, es tibia; a veces dilatándose mas de lo que debería sin matizar nada, y a la vez cortando de tajo momentos donde si era requerido un mayor despliegue de reales sentimientos.

Oscar Ruiz Navia y Anna Eborn entregan una obra de autor sin enfoque, demasiado hermética y de una distancia dramática mal distribuida. No consiguieron comunicar sus inquietudes y experiencias vitales a plenitud; solo queda un agradable e interesante pastiche de heterogénea y lograda ejecución estética.



Las Cinéphilas


Maria Alvarez al dirigir apuesta de manera muy inteligente por lo espontaneo y franco en un documental realmente genuino. Se permite no ser tan pulida como propuesta a favor de una inmersión más directa.

Más allá de retratar la cinefilia en los adultos mayores, es un recorrido melancólico sobre el pasar el tiempo y del cómo afrontar la soledad mediante la nostalgia para sus seis protagonistas. Ellas son honestas consigo mismas, con total desparpajo, y a pesar de su humor negro, llegan a conmover sin atajos ni artificios.

Alvarez nos regala con fascinante y bella humildad, un recordatorio de que las películas son más que ventanas hacia contemplaciones humanas, sino ventanales para enfrentar los axiomas sobre la vida y la muerte en sus tan cercanas manifestaciones.


Señorita Maria: La falda de la montaña


Un documento, una búsqueda y todo un cautivador trayecto sensible. Exalta lo mejor del espíritu y la voluntad en un lenguaje tan concreto como cuidado. Ademas olvídense de las etiquetas, pues va a lo esencial de las manifestaciones humanas y representadas en un ser de extraordinario coraje como Maria Luisa Fuentes Burgos.

Ruben Mendoza la muestra, la escucha, pero ya depende del espectador como la perciba. De mi parte ha sido una experiencia trascendental y quizá necesaria para hacer frente a los turbulentos y represivos tiempos que corren.


Coco


Es una película correcta, concisa y cuidada; sin embargo no va mas allá, pues va demasiado a lo seguro en cuanto a su narrativa. Va del punto A al C con un sentido de la urgencia o de la tensión bastante estándar, mostrando pocos relieves y sin atreverse a ir hacia zonas mas complejas; obras como Toy Story o Wall-e no tuvieron problema en hacerlo.

Cada acontecimiento, situación, dilema y tratamiento dramático de sus personajes son convencionales y previsibles, aunque son efectivos e incluso tiene un par de escenas muy bien manejadas en su catarsis sentimental. El problema es cuando notas los mecanismos durante la inmersión.

Aun así se percibe cierta sensibilidad genuina y un verdadero respeto hacia una tradición tan arraigada, vasta y fascinante.


Battle of the sexes


La buena comedia dramática funciona gracias al balance, y por supuesto Valerie Faris y Jonathan Dayton han demostrado con el genero que entre la aparente ligereza en el tono de sus obras -recordemos Little miss sunshine y Ruby Sparks-, pueden abordar y escudriñar en temas tan complejos como relevantes.

Ahora con Battle of the Sexes, es quizás la muestra mas pertinente y necesaria de como funciona su estilo, sobretodo cuando se establece un paralelismo reflexivo y urgente con una actualidad donde es aun mas difícil que el individuo pueda ser en su plenitud.



Star Wars: The Last Jedi


Desde sus anteriores trabajos The Bloom Brothers o Looper, cada uno en sus códigos y géneros, Rian Johnson muestra una verdadera preocupación y cuidado al moldear personajes con más de una dimensión. Son generalmente seres en un continuo enfrentamiento contra sí mismos y en cuya batalla siempre prevalece la reafirmación o reconciliación con su identidad, así tengan conclusiones confortables o trágicas. Por ello Rian continua con esta máxima en Star Wars: The last Jedi, su primera y valiente incursión al blockbuster.



A pesar de las limitaciones e incongruencias del universo Star Wars desde su origen, además de los requerimientos del monopolio Disney, Johnson se las arregla para proponer y desarrollar sus inquietudes como autor en terreno ajeno, sin recaer en una completa sumisión ni conformarse con entregar un mero producto correcto, funcional y mecánico acorde al estilo de ese realizador microondas llamado J.J Abrams.

Ahora los personajes arquetípicos que conocemos son realmente humanos ante el ojo de Rian, con sus dilemas, contradicciones y cargas que le dan un mayor sustento o complejidad al contexto. La cinta no teme cuestionar la ética de sus protagonistas e incluso la fe de los mismos, que pueden progresar o descender de acuerdo a progresos interiores o introspecciones honestas y genuinas.

Es capaz de sumergirse en zonas realmente ambiguas y nada complacientes, donde cada pieza esta meditada y delineada con una minuciosidad envidiable desde el guion, prácticamente un milagro en una producción de tales caracteristicas. Aun así no esta exento de ciertas conveniencias e indicaciones obvias, pero son lastres constantes de la saga con los que Johnson sabe lidiar.

Junto con Rogue One de Gareth Edwards, The Last Jedi es quizás la obra más completa de toda la saga intergaláctica al ofrecer una necesaria, aunque aun tímida, desconstrucción de la franquicia. Al menos es posible hacer más, logrando lo que no pudieron Kershner, Marquand ni mucho menos George Lucas.


Por
Oscar Cabrera


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