SIEMPRE VIVA - CRITICA
Director: Klych Lopez
Guion: Clara María Ochoa, Klych Lopez y Manuel Arias
Género: Drama
País: Colombia
Año: 2015
Basado en la obra La
siempre viva del dramaturgo Miguel Torres y en hechos reales.
El 6 de Noviembre de 1985 en Bogotá, Julieta va a su trabajo
en el palacio de justicia, aunque jamás vuelve a ser vista durante la violenta toma
del edificio por parte del colectivo guerrillero M-19. Ella recién se graduaba
como abogada, vivía con su madre y hermano mayor en la misma residencia, a punto de
perder por la hipoteca; también la comparten con Carlos, dueño de una
compraventa y Sergio, un hombre sin empleo estable junto a su esposa Victoria.
Después del atroz suceso, la vida de todos cambio para siempre.
Uno de los frecuentes debates entre cinéfilos, público
general, o la “crítica especializada” es la manera de abordar la conciencia
social y política en el cine. Algunos prefieren que las historias –sean ficción
o documental- tengan una mirada parcial frente al tema tratado, o al contrario,
que lo planteado a explorar sea el contexto, y entonces por medio de personajes
bien construidos observemos sus opiniones, experiencias y las consecuencias, a
la vez que progresan e interactúan. No solo presentar emisores del realizador
para dar su criterio. Soy de la segunda opción, pues me gusta buscar los
matices en protagonistas tridimensionales, la variedad de sus perspectivas,
mientras aborda lo esencial sin agobiarnos con sermones empalagosos de
complacientes moralinas. Como han de suponer, nuestra película objeto de análisis
cumple con ello, aun mas siendo la esperada opera prima de un director muy
interesante, Klych Lopez, quien muestra una destreza vibrante
e impecable al relatar un episodio tan oscuro en la historia de mi país, sin
embargo le otorga tal frescura que lo sentimos relevante y necesario para los
tiempos que corren, en concreto a las conversaciones de paz entre el estado y
el grupo guerrillero FARC, además de otras cosillas en la idiosincrasia
nacional por supuesto.
El conflicto armado, la dudosa y oculta intervención del
gobierno en los atentados al palacio y la incertidumbre por los tantos
desaparecidos en impunidad durante la hecatombe son enmarcados en un solo
sitio, la casa, donde habitan diferentes individuos arquetípicos que son
obviamente una cosmovisión de la sociedad colombiana, con sus virtudes y
defectos. Pero como mencioné anteriormente, no se limitan a dar -en diálogos
logrados- posturas frente al gran acontecimiento, sino que poseen identidad,
sus propios dilemas, conflictos, esperanzas y sueños; sufriendo al elegir en una
veraz desolación. El impacto va por encima de lo evidente, carente de
reacciones superficiales.
López dirige a sus actores como un relojero. Estructura y
descompone los mecanismos del alma, revuelve la psicología de sus criaturas
hacia una catarsis emocional de tal calibre, que recuerda en intensidad a un
agudo Polanski en Carnage. Se
desplaza de acuerdo a sus latidos vitales, conservando su coherencia y la
añorada credibilidad. Gracias a su despliegue técnico no se percibe tan
teatral, proyectando integridad en la caracterización.
Consta de impecables planos secuencia y transiciones
esplendidas. La cámara depurada sigue a sus actores sin opacarlos en momentos
de esplendor estético, pues a pesar del constante movimiento son permitidos los
silencios y las miradas contenidas que desbordan honesta sensibilidad en
perfecto equilibrio con la fuerza de otras secuencias. A Klych le gusta llevar
a los actores al límite y aquí trabajó con intérpretes
consagrados como Laura Garcia, Andres Parra y Enrique Carriazo en un regreso
magnifico. Todo hacia un refinamiento necesario para cavilar por los recovecos humanos y huir de las resoluciones habituales.
Por OSCAR CABRERA
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