CULTO FÍLMICO - MAREBITO - CRITICA
Dirección: Takashi Shimizu
Guion: Chiaki Konaka (Basado en su propio libro)
Género: Terror/experimental
País: Japón
Año: 2004
Masuoka es un camarógrafo independiente que ha grabado el
particular suicidio de un hombre, cuya mirada denota espanto, pero uno fuera de
lo común. Al observarlo quiere a toda costa comprender la causa de ese terror,
creyendo encontrar indicios en el Tokio subterráneo, y luego de ciertas
circunstancias descubre a una joven encadenada. La lleva a su casa, la
contempla postrada y ensimismada en su sigilo, mostrando un comportamiento
casi animal. Después de extraños acercamientos, comprende que ella se alimenta
de sangre y decide satisfacer a su inquilina.
Es ambigua e inclasificable, manejando con maestría lo
inquietante para volverlo estremecedor. Un desarrollo del suspenso ingenioso por
la habilidad de su director, además de un buen guion por Chiaki Konaka, quien
también hizo un trabajo genial escribiendo esa gran serie anime, ‘Serial
experiment Lain’ de Ryutaro Nakamura.
Apela a una atmosfera urbana aséptica para escrutar la
apatía y sordidez en un deshumanizado sistema japonés. La indagación se da
mediante un personaje desarraigado y condicionado, casi un ente absorto en lo
único que puede anhelar, el miedo. Algo instintivo al no estar en contacto
pleno con el yo, apartando el preconsciente.
Careciendo de herramientas emocionales para ahondar en él y de
contacto humano por el desalentador ambiente. Canaliza sus necesidades hacia un
mundo interior en donde todos los elementos cognitivos del inconsciente son preponderantes. Los
delineamientos éticos y racionales son distorsionados a una magnitud
imaginativa tal, que el espectador mismo no sabe si las creaciones fantásticas hacen
parte del contexto de su realidad fílmica o estamos ante un registro esquizofrénico
en una mente enajenada; gracias en parte al proceder social nipón, que no
pareciera brindarle mucha importancia al elemento humano mas allá de los
beneficios administrativos en corporaciones y tecnología.
Hay sobriedad en su heterogeneidad visual cuando ejecutan
transiciones pausadas del montaje entre escenas y tomas; con partes en video,
filtros de imagen con disolvencia e incluso planos en croma. Proyectando con
veracidad estilizada la difusa barrera antes mencionada, olvidando así las
etiquetas para clasificarla. Por ello se transforma el argumento abruptamente,
con una progresión inconstante que contempla instantes turbadores y nos
abofetea luego con encuadres digitales sobrecogedores e implícitos de palpable crudeza
por el trabajo sonoro, dando rienda suelta a la subjetividad.
En definitiva, es un experimento sensorial que no te dejara
siquiera mascullar. Buscando el terror psicológico más profundo y complejo de
forma nada complaciente, desafiando nuestro sostén psíquico en un desenlace
nada concreto. Shimizu consigue algo relativamente opuesto a su obra más
conocida, la saga ‘Ju-on’ o ‘La maldición’ en español, pues en estas pretendía
generar una cadena de sustos más elementales.
Por OSCAR CABRERA
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